El pez que se muerde la boca
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Si hay un tema recurrente, pero realmente efectivo a la hora de detectar la clase de personas con la que podré tener conversaciones estimulantes, es la comida. Lo pongo sobre la mesa en cualquier primera cita. No iba a ser menos en esta ocasión.

—¿QuĂ© te gustarĂ­a cenar?¿Hay algo que no te guste?
—Todo me gusta, no hay nada que no pueda comer.
—¿Y los caracoles? ¿O las ostras?—, volvĂ­ a preguntarle. No porque tuviera eso en mi nevera, sino porque solo mencionar ambas cosas suele venir acompañado de caras de asco en un 70% de los casos.
—Todo—, repitiĂł. —Las ostras, si las tengo que comer, me las como. No saben a nada.


Las ostras son mar. Saben a mar. Huelen a mar. Hasta podrĂ­as escuchar las olas mientras te las llevas a la boca. Las ostras erizan la piel, ponen alerta a tus nervios, dan ese cosquilleo en la nuca que sientes cuando te tocan el pelo. Las ostras son pasiĂłn. Son sexo, erotismo, lujuria, son agua, son sal y son sudor. 

Son momentos importantes. Son desayunos de año nuevo, desnudos en la cama. Son brindis con champagne en la izquierda y la ostra en la derecha para celebrar ese trabajo nuevo. Son viajes de carretera en silencio y el cierre de una relación que no prospera. Son ese correr de la mano huyendo del frío de Perpignan, para acabar refugiados en la caseta del mercado con la docena en oferta. Son el regalo de cumpleaños de los amigos que echas de menos. Son esa amistad que comienza con mi hermano a miles de km de casa.

Hubiese preferido que no le gustaran para nada. Saber que no querrĂ­a probarlas a mi lado, me hubiese hecho sentir incluso aliviada. Cada vez que vuelvo a comer ostras, me siento en la obligaciĂłn de identificar lo especial del momento. No querrĂ­a que me recordara a ninguna vez anterior. No tendrĂ­a sentido comer ostras pensando en risas nerviosas del pasado y sabor a mar seguidos de besos de otro.

Un balde gigante de decepciĂłn cayĂł sobre mĂ­ al oĂ­r su respuesta. Las ostras te encantan o las odias. Pero la indeferencia ante las ostras, oh, dios... Me gustan los hombres con pasiĂłn y "nada" no es apasionante. 

—¿Quieres algo para picar?
—¿Para quĂ©?
—Para picar, comer —aclarĂ©. «Una cosa es ser francĂ©s y no entender el idioma, otra cosa es ser medio lerdo, ¿quĂ© mĂĄs va a pedir en un bar, si la cerveza la tiene sobre la mesa?»
Ya sabĂ­a que este chico no acabarĂ­a en mi cama.
—SĂ­, unas olivas.
—No me gustan las olivas.
—Bueno, pues otra cosa —Y mientras hojeaba la carta, siguiĂł: —Pues te decĂ­a que me vine a Barcelona por mi ex. Lo que pasa es que es catalana y las catalanas estĂĄn locas, ¿sabes? Tengo un imĂĄn para las locas
—¿Y por quĂ© dices que estĂĄ loca?
—Por todo, en general. Ella sacaba fotos, pero no era fotĂłgrafa. Se obsesionaba. Una vez, pasĂĄbamos por delante de la llama esa que hay en el monumento a los caĂ­dos en 1714, la de la Plaça del Fossar de les Moreres, y se pasĂł como media hora fotografiando la pared de la iglesia, de espaldas a la llama. DecĂ­a que no habĂ­a visto nunca la sombra del fuego, como la que, segĂșn decĂ­a ella, se reflejaba en esa pared.
—No estaba tan loca…
—Es algo muy catalĂĄn, tĂș no lo entenderĂ­as porque eres argentina.
«Y tĂș francĂ©s, no te jode…» pensĂ©.
—Los catalanes ven sombras de cosas que realmente no la tienen. Como el libro, “La Sombra del Viento”, ¿lo conoces?
Lo interrumpiĂł la camarera, preguntĂĄndonos que Ă­bamos a pedir.
—Unas olivas —dijo sin titubear.
No habĂ­a ni la menor sombra de la sospecha, este chico no acabarĂ­a en mi cama. Ni en mi vida, ni en mi dĂ­a siguiente, ni en mis contactos del mĂłvil. Normal que no viera sombras, tenĂ­a pocas luces.

**Microrrelato, participaciĂłn en el concurso de Escritura Creativa, organizado por @sketchandwrite. 



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Participación en el concurso de escritura en vivo. Un planazo, una mañana preciosa en compañía de grandes artistas dibujando y escribiendo por el Born. #sketchandwrite #escrituraenvivo #escritora #elpezquesemuerdelaboca
Una publicaciĂłn compartida de El pez que se muerde la boca (@elpezquesemuerdelaboca) el 9 Sep, 2019 a las 1:57 PDT




No soy de usar muchos accesorios, pero cuando hay uno que me enamora, lo uso durante años. Literalmente. Tengo una pulsera de plata, que me regalĂł mi tĂ­a a los 10 años. Es mi pulsera-tattoo porque es tan pequeñita que llegĂł un buen dĂ­a en que ya no pude quitĂĄrmela mĂĄs. En su momento, dije que me la cortarĂ­a cuando me casara, porque tiene un par de rayadas y no iba a combinar con el vestido blanco tan caro e impoluto. Pero cuando me casĂ©, pensĂ© que esa era mi pulsera y que en ese acto de entrega, querĂ­a seguir teniendo algo “mĂ­o”. Tengo esa pulsera hace 24 años y me da problemas en cada aeropuerto y en cada radiografĂ­a. Ahora tengo una cicatriz bastante fea en la cadera porque me neguĂ© a que la cortara un cirujano y me hizo la chapuza con el bisturĂ­ manual en lugar del elĂ©ctrico.


TambiĂ©n tengo hace unos 8 años una Pandora que no me quito nunca. Me la regalĂł mi ex marido y me la han rellenado varias personas. Tengo un pescadito con el ojo de topacio azul, que es mi preferido y me lo regalĂł Miguel, fue de los regalos mĂĄs bonitos de mi vida. TambiĂ©n tengo tres “charms” que me regalaron antiguos amigos que ya no estĂĄn. Bueno, estĂĄn vivos, pero ha muerto la amistad. Pero los conservo con cariño, porque en su dĂ­a fueron muy importantes para mĂ­. Tengo otro que me regalaron unos compis de trabajo maravillosos. Hay tambiĂ©n un perrito que me regalĂł una ex suegra que me hacĂ­a comer lentejas, pero lo hacĂ­a porque me querĂ­a mucho (y yo a ella). Y una maletita que me regalĂł un primo viajero, llevo en esa maleta a mi familia siempre.

Durante el Ășltimo año tuve una pulsera blanca de hilo, que este Ășltimo tiempo era mĂĄs bien de un gris mugriento. Me la atĂł un monje budista en un templo de Chiang Mai. El monje no hablaba y probablemente fuera una turistada para que dejĂĄramos donaciones. Pero yo me arrodillĂ©, le agradecĂ­ con inclinaciĂłn de cabeza y, mientras tanto, pedĂ­a un deseo. Me inventĂ© mi propia supersticiĂłn: no debĂ­a quitarme la pulsera hasta que se cayera ella misma o, de lo contrario, mi deseo no se cumplirĂ­a. Mi deseo no se cumpliĂł, iba muy relacionado a la persona que me acompañó en ese viaje y que ya no forma parte de mi vida. Lo vi recientemente y, aunque las formas no fueron las correctas, quiero dar por cerrada esa etapa y poder comenzar otra sin ataduras emocionales del pasado. Es por eso que, despuĂ©s de verlo, decidĂ­ desatarme y cortĂ© la pulsera con una tijerita de uñas. Hoy la llevo en una cajita a mi psicĂłloga, “la caja del pasado”, donde he guardado todas aquellas cosas de mi pasado que no me dejaban avanzar. Hasta hoy.



Betta splendens es el nombre de mi pez preferido. Tenía uno en casa, se llamaba Savage. Se murió cuando murió la amistad con la persona que me lo había regalado. Los betta son también conocidos como los Luchadores de Siam. Se pelean entre ellos hasta matarse, a ver quien es mås machito. También tienen un ritual precioso de cortejo. Pero el macho puede matar a la hembra en el intento y la hembra puede matar al macho también. No sé por qué serå mi pez preferido...



El año pasado, hablando con mi prima tomĂ© la decisiĂłn de irme de Barcelona, al menos una temporada, a partir de fin de año. No lo comentĂ© con mucha gente por si me salĂ­a mal el plan. Pero se lo dije a Gonzalo. Y han pasado ya dieciocho meses desde el supuesto viaje y sigo aquĂ­, lo de cumplir propĂłsitos no se me da bien. 

Se lo dije a Gonzalo porque de alguna forma estĂșpida creĂ­a que lo nuestro iba a funcionar lejos de Barcelona. O sea, hace mĂĄs de tres años que nos conocemos, nos liĂĄbamos y nos mareĂĄbamos y nunca ha funcionado. Tampoco es que vaya a funcionar por irnos a montar un chiringuito a Trinidad y Tobago. Pero no sĂ©, es de esas personas que me da la impresiĂłn que voy a tener siempre en mente porque aĂșn no hemos vivido lo que debĂ­amos vivir juntos.



Hacía unos meses que no nos veíamos. El reencuentro que tuvimos después de intentar dejarlo ir en Malasia fue el mejor día juntos en estos casi 3 años. Nos pedimos perdón, los dos teníamos cosas por las que pedir perdón y perdonar al otro. Y nos reímos, cosa que no recuerdo haber hecho mucho con él. Cuando lo haces de verdad, es liberador (las tres cosas: perdonar, pedir perdón y reír).

Los dos coincidĂ­amos en que tenĂ­amos una relaciĂłn tĂłxica, que no tiene soluciĂłn. BĂĄsicamente porque donde no hay mucho amor, no hay muchas ganas. Y si no es amor, pensamos que lo que hace que no nos desvinculĂĄramos es que habĂ­a algo de quĂ­mica y fĂ­sica muy fuerte. Y hay algo mĂĄs fuerte aĂșn que se podrĂ­a llamar obsesiĂłn. QuizĂĄs yo lo altero mĂĄs que Ă©l a mĂ­.

Hay una pregunta gigante que nos hacemos siempre: ¿Y si...? Y no. Porque no nos la jugamos, ni lo haremos. El dĂ­a del reencuentro fue el mejor dĂ­a porque, por fin, dejamos de sentir (amor, atracciĂłn, obsesiĂłn, quien sabe quĂ©...). 

Le hablĂ© de alguien especial que estaba conociendo. No sĂ© por quĂ© hago estas cosas. Siempre que lo llamo es porque estoy conociendo a alguien nuevo, que me da terror y busco refugio en el Ășnico miedo conocido, Gonzalo. Retorcidamente, pongo distancia con Gonzalo hablĂĄndole de mis intentos de rehacer mi vida con otras personas.



Tampoco es que mi vida estuviera destrozada ni mucho menos. Pero él me entiende, sabe que los dos hacemos lo mismo. Que no podemos tener relaciones sanas, porque estamos algo mal de la cabeza. Decimos que no podemos tener una relación con nadie, pero eso solo nos vale para la nuestra, porque tanto él como yo vamos buscando alguien a quien querer fuera.



La vez anterior que estuve en Buenos Aires, le hablĂ© a mi familia y mis amigas de Ă©l. Mi madre miraba su web, mi hermana se hizo fan en Facebook. Le hablĂ© a Ă©l de venir aquĂ­ conmigo algĂșn dĂ­a.

Y este año volvĂ­ a hablar a mis amigas de alguien especial. De alguien especialmente distinto, que sĂ­ me hace reĂ­r mucho y pasĂĄrmelo genial, ya sea en horizontal, en un restaurante, en un Brunch electrĂČnic o en una clase de yoga. Alguien que me hace plantearme cosas distintas tambiĂ©n, distintas a todo lo que venĂ­a haciendo hasta ahora. Que me gustarĂ­a que estuviera aquĂ­. Les hablĂ© de este alguien porque, sea lo que sea que vivamos, seguro que serĂĄ de esas personas que dejan marca. Seguro que soy de esas personas que le dejarĂĄn marca a Ă©l tambiĂ©n.

Quien sabe, quizĂĄs "he is the one". Cuando nada es seguro, todo es posible. 


11:11
— Tengo una bronca encima que, si no fuera porque estoy tan engripada, me irĂ­a a correr a la playa.
— SĂĄcalo.
— Ya estĂĄ. No quiero pensar mĂĄs en eso.
— Hablemos de que le acaban de marcar al barça đŸ€ŠđŸœ‍♂
— Aix! Te interrumpo el partido?
— Noo. Me gusta ver el fĂștbol, pero no me gusta solo ver el fĂștbol.
— O sea, te gusta ver el fĂștbol mientras haces otra cosa a la vez?
— Bueno, estoy con el fĂștbol puesto y voy mirando twitter, hablo por whatsapp, etc. Y si lo veo con alguien, hablo.
— Cosas que se pueden hacer mirando el fĂștbol. Venga. QuiĂ©n se quede sin ideas, pierde. Planchar.
— Fregar.
— Cocinar si tienes tele en la cocina (yo no).
— Fumar en el balcĂłn y verlo a travĂ©s del cristal. Yo tampoco.
— Escribir posts de citas extrañas.
— Ligar con una influencer.


— Discutir con un ex.
— Tocar la guitarra.
— Mandar un chiste.
— Pulir y dar brillo a tus zapatos.
— Cantar gospel.
— Hacer un sudoku.
— Limarse las uñas.
— Sacar al pĂĄjaro a pasear por la habitaciĂłn.
— Darle pipas al pĂĄjaro.
— 😏 Alguien se queda sin ideas... Tender la ropa.
— Regards las plantas
— Best regards đŸ€ŁđŸ€Ł
— Hahahahahha vicios del trabajo.
— Hablar con tu amigo y su novia que estĂĄn cenando en la mesa del comedor.
— Robarles la comida.
— Pelar patatas.
— Abrir una bolsa de patatas.
— Cerrar una bolsa de patatas.
— Abril.
— Cerral.

— Jajajaj, me descojonarĂ© toda la vida cada vez que vea ese vĂ­deo.
— Hacer yoga.
— Limpiar el polvo de la ps4.
— Prender incienso.
— Apagar el fuego de la mesa que ha provocado el incienso.
— Jajajjajaja. Jugar a decir cosas que se pueden hacer mientras ves el fĂștbol para distraer a la tonta que le coge el telĂ©fono al ex.
— Soltar rimas raperas aprendidas de freestylers argentinos.
— Googlear una de cada cinco palabras que dicen los yogurines.
— Cagarse en la reconcha de la lora porque nos acaban de remontar el partido.
— Hahahahhahahah. Pero tĂș eres del Barça?
— Claro.
— Preguntar quiĂ©n va ganando porque no te enteras.
— 2-3 pierde el Barça.
— Hacer ver que estĂĄs distraĂ­do con el partido para tener tiempo de pensar en algo.
— Pensar quĂ© tiene que hacer quien pierda el juego.
— Empezar a tener miedo por lo que pueda ser.
— SonreĂ­r porque sabes que Ă©sto lo ganas seguro.
— Dar golpes en la pared porque el perro del vecino ladra.
— Dar golpes en la pared porque tu vecino folla como un perro.
— Pensar dĂłnde me he metido jugando con una argentina escritora.


— Preguntarme por quĂ© juego con el tĂ­o mĂĄs competitivo del mundo.
— Follar como tu vecino.
— Buen plan! Tocarte porque no tienes con quien.
— Recordar que si pierdo me enfadarĂ© mucho.
— Querer borrar el mensaje anterior.
— ReĂ­rse al leer el Ășltimo mensaje.
— Rascarse el pie.
— Comer ostras y hacer un collar con las perlas.
— Jjajajajajaja Putas ostras! Agobiarse por el dĂ­a horrible que tienes mañana.
— (Luego me lo cuentas) Hacer un pedido amazon.
— (Ídem) Ponerte una pierna encima para que veas que el contacto fĂ­sico ya no es taaaaan nulo.
— Poner el brazo encima de tu pierna para corroborarlo.
— Decirte que estoy perdiendo mi poder ligĂłn para que me des un beso d una puñetera vez.
— Darte un beso.
— Morir de vergĂŒenza.


— Saber que casi ni te atreves a volver a hacerlo.
— Jajajajaj. Pensar que besas bien y no entender por quĂ© carajo lo interrumpo.
— Creer que he besado mal 😂
— Really?
— đŸ€·đŸœ‍♂
— Creer que cree que ha besado mal porque no le ha gustado, y entrar en pĂĄnico.
— Pensar que te ha gustado, incorporarte y volver a besarla. O besarte, ya no sĂ© si estamos en 2a o 3a persona.


— Cagarme en Pepe y la concha de sus familiares por hacer que me tuviese que ir pronto.
— Querer que se acabe el partido
— Pensar que si se acaba el partido y ninguno ha perdido el juego tĂ©cnicamente se acaba en empate.
— Saber que vas a perder, igual que el Barça, que le acaban de meter el 4o, y que aun quedan 10 min.
— đŸ€ŸđŸ» No saber cuando se usa el emoji de los millenials.
— Skere! Instruir a una premillenial de quĂ© emojis no se usan...
— Mal influenciar a un millenial para que beba mas.
— Acabas de llamarme premillennial???
— Empezar a tener miedo.
— Hablar con el compi de piso que se habĂ­a ido al gym y al volver te pregunta si te has pasado en la misma postura en el sofĂĄ toda la tarde. Y decirle que sĂ­.
— Pensar que tu interlocutora es un poco marmota.
— Pensar que tu interlocutor te hace sonreĂ­r como una quinceañera con el mĂłvil en la mano.
— Saber que has esquivado el error de llamar premillenial a tu interlocutora.
— Gol de Messi! Faltan 5min. Estoy nervioso.
— Saber que el otro tambiĂ©n se siente quinceañero y no quiere admitirlo.
— 3 min*. No saber como negar la Ășltima afirmaciĂłn.
— Ir a la cocina a por fuet.
— Pensar que es el fuet que compraste para mĂ­.



— Llamarte flipado, que lo comprĂ© para mĂ­ y si eso te daba un trocito.
— Gooooooooooool!! Final del partido. Empate tĂ©cnico
— Y el Barça?
— TambiĂ©n,  4-4.
— 😘😘😘
— No va a haber penalizaciĂłn para nadie.
— CelebraciĂłn para todos!!
— Pues cĂłmo hay que celebrarlo?
— 😏 
Tengo 548 amigos en Facebook. Unos cuantos son amigos en la vida real. Unos pocos mis amigos íntimos. Pero tengo amigos. También tengo rollos. Unos cuantos pasajeros, unos pocos recurrentes, uno que me apetece mås que los demås. Tengo ex marido, ex novios, ex intentos. Tengo compañeros de trabajo, a montones. Tengo vecinos, raros todos. Tengo familia, a montones también. Padres, 7 hermanos, abuelos, tíos, primos, cuñados. También tengo compañeros de canto, de yoga, de escritura. Conocidos del barrio, de la vida, del Tinder.

SerĂĄ por gente...

Tengo un piso en el que vivir. Tengo un pez, una cama sĂșper cĂłmoda, tengo Netflix y carne congelada para recibir a toda la familia si vinieran a verme. Tengo poca ropa y cada vez mĂĄs libros. Tengo un casco para la moto que no tengo y una tabla de snowboard que junta polvo cada tres inviernos. Tengo juegos de toallas para montar mi propio hostel. Tengo una cuenta en el banco en nĂșmeros rojos y la otra temblando. Tengo unos palillos sĂșper chulos para el sushi y una jarra para ponerle pepino al agua.

SerĂĄ por cosas materiales...

Tengo un trabajo y un currĂ­culum sin ningĂșn dĂ­a de paro. MontĂ© mi negocio y lo desmontĂ© cuando quise. Cursos, cursillos y miles de asignaturas de tres carreras que nunca acabarĂ©. Tengo hobbies. Canto un poco mal, pero allĂ­ sigo. Voy a yoga cuatro o cinco veces por semana. Escribo todos los dĂ­as. Tengo un libro a medias y otro en fase inicial. Cuando me enfado salgo a correr. Hace 3 años que no salgo a correr. Pero por si un dĂ­a me enfado tengo dos pares de Nike. Viajo un mes y medio, o mĂĄs, al año. He visitado mĂĄs de 20 paĂ­ses y me falta un solo continente.

SerĂĄ por experiencias...

Y aĂșn asĂ­, siento que algo sigue faltando. Que quiero mĂĄs, que lo quiero todo. Que quiero cambios. Quiero personas nuevas y sitios diferentes. Quiero experiencias cañeras y aprender cosas nuevas cada dĂ­a.


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Una publicaciĂłn compartida de Sofi (@elpezquesemuerdelaboca) el 25 Mar, 2019 a las 7:24 PDT


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Soy Sofi Bucca, argentina, soltera y feliz. Me enamoro seguido, tengo la risa floja y en alguna vida pasada fui pez. Creo en el mundo sin fronteras, en la energĂ­a, el kharma y en las buenas personas. Escribo sobre relaciones humanas e intentos de ellas. Y sobre lo que me apetece que no estĂĄ relacionado con relaciones, vamos, que escribo cosas...

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El pez que se muerde la boca - by MarĂ­a Savage. Con la tecnologĂ­a de Blogger.

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