Haciendo una exhaustiva investigaciĂłn, casi de rigor de cientĂfico, acerca de la leyenda del empotrador, pedĂ a mi amiga Elena que me escribiera en un pĂĄrrafo, su anĂ©cdota con "el falso empotrador". Pues bien, Elena es periodista, por lo que no sabe escribir sĂłlo un pĂĄrrafo, asĂ que, aprovechando su talento, divido mi investigaciĂłn en dos posts y hoy os traigo, a modo introductorio, su experiencia con pelos y señales. Pre-vacaciones mode on... ¡hoy el mĂ©rito del post es todo, todito para Elena!
EL FALSO EMPOTRADOR
Hubo una época en la que estuve muy
asexual, lo acababa de dejar con mi novio después de 7 años y la verdad es que
mis ganas de follar eran de -200, por lo que rehuĂa cualquier contacto o
acercamiento con el género masculino. Asà estuve unos meses, los de invierno
båsicamente, hasta que con la primavera, que la sangre altera, empecé a volver
a tolerar el contacto masculino y me lié con varios hombres.
Uno de ellos fue mi falso empotrador, un
hombre con unos brazos increĂbles, rudo pero inteligente, guapo y con el que no
me aburrĂ en todo el dĂa que lo conocĂ. No voy a decir de que regiĂłn española
era, para que no me critiquéis por generalizar, pero la verdad es que siendo de
esa comunidad y con la descripciĂłn que os he dicho, mis expectativas de ese
hombre en la cama ¡eran de 300! Estaba sĂșper convencida de que si quedaba con
Ă©l iba a echar un polvazo increĂble, que estarĂa viendo las estrellas varios
dĂas y que Ăbamos a follar como salvajes, en resumen: pensaba que habĂa encontrado
a un auténtico empotrador nato, de estos que te dejan sin aliento, que te
follan bien, muy bien y con los que después, encima, puedes irte de cañas,
porque es tan divertido que vale para todo, no solo para el sexo.
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