Esta semana llegĂł a mi oĂdos un cotilleo de esos gordos, de los que puedes estar hablando, juzgando y haciendo conjeturas durante varios dĂas. Si no me he enterado mal, resulta que un ex estĂĄ con la ex de su ex mejor amigo, porque ya no son mĂĄs amigos a raĂz de haberse enrollado/liado/enamorado de su antigua novia. ¡Vaya culebrĂłn! Te enteras de algo asĂ y te sale la maruja cotilla de dentro sin poder evitarlo. Especulas sobre el tiempo que llevarĂĄn juntos, cĂłmo habrĂĄ surgido su amor/morbo, quiĂ©n los apoyarĂĄ, cuĂĄnto tiempo durarĂĄn ahora y un largo etcĂ©tera de tonterĂas, de las que no tienes ni puta idea porque tĂș no estĂĄs en su piel y a saber lo que les pasĂł por la cabeza/corazĂłn/genitales para hacer semejante barbaridad, sus razones tendrĂan.
En fin, allĂĄ ellos con su historia, a mĂ sinceramente me da igual que coman perdices o que se estrellen contra el muro de la soledad. Pero enterarme de esto, mezclado con el divorcio de Brangelina y las reacciones de la pobre Aniston -¿realmente creĂ©is que estĂĄ celebrĂĄndolo porque en doce años no le ha dado tiempo a pasar pĂĄgina?- me ha hecho reflexionar sobre mis propios lĂmites y lo que yo llamo mis "cĂłdigos de honor".