Este blog no tendrĂa sentido alguno si tuviera una relaciĂłn bonita, sana y feliz. Estamos aquĂ porque sigo soltera, dando trompicones entre citas desastrosas y tĂos curiosos. Pero no estamos tan mal despuĂ©s de todo, tengo muchas historias graciosas que contar y si no nos reĂmos de nuestros fiascos... ¿QuĂ© nos queda? Hoy os traigo la cuarta entrega de "Pequeños fiascos". Esta vez, citas nefastas acabadas en si te he visto, no me acuerdo.
El cromo repetido
AlgĂșn dĂa escribirĂ© sobre Ălvaro, cuando tenga valor. Por poneros en situaciĂłn, es un chico al que le tengo mucho cariño, pero en algĂșn momento le tuve mĂĄs del habitual, pero Ă©l me dijo que querĂa verse con otras personas —lo que viene siendo tambiĂ©n habitual—. Por despecho, quedĂ© con Pablo —mierda, esto tambiĂ©n es habitual—.
Bueno, resulta que Pablo era una mala copia de Ălvaro. Los dos yogurines de 27 añitos. Los dos abogados. Los dos bajitos y monos. De esos yogurines pequeñajos y chulos que me molan. Pero me pareciĂł que tener dos cromos iguales no sirve para nada, que el repetido habĂa que cambiarlo. AsĂ que bebĂ la cerveza de dos tragos, le dije que estaba cansada, paguĂ© ambas cervezas y me levantĂ©. Me preguntĂł si querĂa cenar esa semana. Le dije que no. Tuve una mini cita de 20 minutos con un mini hombrecito que no me arrancĂł ni una mini sonrisa.
 |
Si al menos fueran como Harvey... |
El recuperado
Alberto era guapo y gracioso. Quedamos en un japo que conocĂa Ă©l y debo decir que ya es uno de mis japos de referencia, aunque ahora cuando voy tengo miedo de encontrĂĄrmelo. Alberto tenĂa una cervecerĂa con unos colegas, me parecĂa lo mĂĄs guay del mundo. AdemĂĄs, como era suya, trabajaba pocas horas. Lo que pasa, que el resto de horas no tenĂa hobbies. Me imaginĂ© que como hobby le debĂa gustar fumar porros, porque era algo lento y empanado.
Quise darle una oportunidad, pensĂ© que quizĂĄs estaba cansado y que con un par de copas despuĂ©s de la cena se le quitarĂa la empanada mental que llevaba. Entramos en un bar en Gracia y pedĂ dos cañas, pero Ă©l me corrigiĂł y pidiĂł una coca-cola. Se acercĂł un chico a saludarlo y, cosa muy rara hoy en dĂa, Alberto me presentĂł.
—TĂo, me alegra verte tan bien, en serio, que cambio
(Sofi flipa)
—SĂ, sĂ, ya me estoy recuperando—, dice Alberto
(¿De un accidente? ¿Enfermedad? A ver si me va a pegar algo...)
—AdemĂĄs, ya era hora de que te echaras una novia en condiciones. Ya veo que estar con Sofi te estĂĄ ayudando mucho
(¿Novia? ¿Ayudando a quĂ©? WTF)
Bueno, el chico habĂa tenido problemas muy serios de drogas. La empanada que llevaba era su estado natural, al parecer se habĂa quedado con pocas neuronas tras rehabilitarse. LlĂĄmame cruel, pero no he vuelto a quedar con Ă©l.
 |
Bien por ti, chaval! |
El solidario
Las personas pobres no tenemos cosas materiales ni dinero para donar, pero tenemos tiempo. AsĂ que cuando se da la oportunidad me apunto a alguna cosilla solidaria, como era el caso del
Vermut Solidario, un evento con fines benĂ©ficos muy molĂłn. Debe ser cosa del buen karma (o del vermut), pero aquel dĂa, mientras ponĂa vermuts, hacĂa tattoos temporales y vendĂa tickets, liguĂ© con dos chicas y dos chicos. Estaba en racha.
Me fijĂ© especialmente en Pablo, otro yogurin, rubito y guapete. Cuando acabĂł mi turno de trabajo, Noe y yo nos quedamos de fiesta y tras tontear un buen rato, conseguĂ que Pablo apuntara mi telĂ©fono. Me escribiĂł a los tres dĂas y me dijo de ir a cenar el fin de semana. Lo cierto es que el alcohol me envalentonĂł, pero cuando por whatsapp me dijo que tenĂa 25 años, me dio un poquito de pereza. Una cosa es liarte con un chiquillo una noche loca y otra es tener una cita en sobriedad, con todas las arrugas y la vejez sobre la mesa. Pero me liĂ© la manta a la cabeza y fui con Ă©l a cenar bocadillos (debo agradecer que al menos no fuera Mc Donalds).
La conversación era rarita. Me daba la impresión de que intentaba parecer mayor contåndome las cosas mås aburridas de su vida. Hasta que me contó LA anécdota que me lo confirmó.
—¿TĂș crees que la edad es un problema?—, me preguntĂł
—¡Que va!—, mentĂ. «Para esta noche ningĂșn problema, un par de cubatas y te enseño cosas de mayores», pensĂ©.
—Menos mal, porque yo estoy acostumbrado a las tĂas mayores. Una vez, me liĂ© con la recepcionista de la empresa del piso de abajo de la mĂa, que tiene 50 años. Me invitĂł a cenar a un restaurante carĂsimo, pagĂł ella y luego fuimos a la casa. Follamos y luego me pidiĂł que me fuera, creo que era porque iba muy borracho.
TENGO 32 AĂOS, NIĂATO SUBNORMAL. ¿Me estaba comparando con una de cincuenta?
Lo curioso es que me lo he vuelto a encontrar este sĂĄbado, en la Ășltima ediciĂłn del Vermut Solidario. Nos sentamos juntos en el bus que subĂa a Montjuic. Me dijo que me sentaba bien el rubio. Yo le dije que le quedaban bien los dientes sin brackets. Luego los invitĂ© a Ă©l y a su ligue jovencĂsima a un par de cervezas, que yo soy asĂ de maja.
El de halagos tardĂos
Francisco era de Brasil. Hay cierta rivalidad entre argentinos y brasileros, pero yo soy mĂĄs de mundo sin fronteras y me pareciĂł un buen plan de martes. AdemĂĄs vivĂa por mi barrio, asĂ que bajĂ© de casa con lo puesto al bar de la esquina. Era un chico interesante, estaba haciendo un doctorado en algo de tiburones y su impacto en la economĂa (WTF) y tenĂa buena conversaciĂłn. AĂșn asĂ, no fue suficiente, tras un par de cañas y dos tapas, nos despedimos y luego ninguno de los dos volviĂł a escribir nunca mĂĄs.
La noche de San Juan, estaba con Noe de verbena por Sant Antoni, cuando lo vi. Me podrĂa haber hecho la loca y seguir bailando como si nada, pero a mĂ eso de que no me vuelvan a escribir me da algo de rabia. AsĂ que me acerquĂ© a saludarlo con la intenciĂłn de echĂĄrselo en cara (sĂ, lo sĂ©, yo tampoco le habĂa escrito).
—Sofi, ¡quĂ© sorpresa! ¡Hoy sĂ que estĂĄs guapa!
¿Perdona? ¿El otro dĂa no? Noe no podĂa creer lo que estaba escuchando y yo no podĂa mĂĄs con mi indignaciĂłn. Nos alejamos y estuvimos aguantando buena parte de la noche a sus amigos moscardones intentando arreglar lo irreparable.
Pasado un mes, Noe y yo nos estĂĄbamos pegando un fiestĂłn en Plataforma, cuando lo vimos allĂ. Me saludĂł nuevamente e intentĂł pedirme perdĂłn.
—En serio, fui tonto. El primer dĂa no te vi bien—, me dijo tras un intento de beso que se quedĂł en cobra.
Barcelona es muy pequeña y nos acabaremos encontrando todos...
Si os quedasteis con ganas de mĂĄs fiascos y no habĂ©is leĂdo aĂșn las primeras entregas, os las dejo aquĂ: